Esta web está dedicada al ajedrez más emocionante,
centrando el contenido en las pinceladas de arte que se
pueden dar dentro de un tablero. Sin embargo, hay
personajes tan importantes en la historia de este
deporte que no se puede pasar por su lado sin detenerse,
a pesar de que encarnen la filosofía opuesta a la que
aquí se intenta mostrar. No se puede comprender el
ajedrez del Siglo XX sin conocer la figura de Mikhail
Botvinnik, la cual está repleta de claroscuros que
iremos conociendo a lo largo de este artículo.
Mikhail Moiseyevich Botvinnik nació el 17 de Agosto de
1911, en Kuokkala (URSS). Falleció el 5 de Mayo de
1995, en Moscú (Rusia).
Botvinnik se crió en el seno de una familia acomodada
que vivía en un amplio piso del centro de Moscú.
Conoció el ajedrez a los 12 años de manos de su amigo
Lyonya Baskin, y pronto mostró un progreso realmente
sorprendente, ya que sólo unos días después logró
ganar un torneo escolar... hazaña que palideció ante
el logro conseguido dos años después, cuando Botvinnik
consiguió derrotar a Capablanca en unas simultáneas.
Capablanca era por aquel entonces el vigente campeón
del mundo y el pequeño Botvinnik logró derrotarle en
una partida de carácter posicional, mostrando un estilo
sólido y efectivo que sería su principal arma a lo
largo de su carrera: Ver
partida.
Durante esa época, Botvinnik leía y estudiaba todo lo
que caía en sus manos: revistas, periódicos, libros,
cualquier material servía para alimentar su
incombustible pasión y sus irrefrenables ganas por
progresar. Esta dedicación no fue bien vista por sus
padres, que no consideraban al ajedrez como una profesión
digna. Por este motivo, trataron de persuadir a sus
profesores e intentaron que su hijo no dedicase tanto
tiempo a caballos y alfiles. Sin embargo, el pequeño
Mikhail era incapaz de dejar un juego que ya no era un
juego, sino una pasión, y de nada sirvieron los
esfuerzos destructivos de sus progenitores.
Todo en el joven Botvinnik se salía de lo común y
acostumbrado. No tenía entrenador, siendo el único de
los jóvenes jugadores moscovitas que no estaba
controlado por algún maestro. Lo habitual era que el
reputado maestro Piotr Romanovsky se hiciese cargo de
los jóvenes más prometedores, pero no fue así en el
caso de Botvinnik, situación que creó una cierta
enemistad entre ellos. Botvinnik progresaba gracias a su
trabajo 'casero', analizando posiciones por su cuenta,
sin la dirección de ningún adulto.
Mikhail
Botvinnik durante la adolescencia
Su ascensión continuó de forma imparable y con sólo
16 años participó en su primer Campeonato soviético
absoluto, logrando una meritoria quinta posición.
Cuatro años después, en su segunda participación,
lograría el primero de sus 6 campeonatos nacionales.
Sin embargo, no eran tiempos sencillos para los
jugadores soviéticos, las autoridades mantenían una
constante sobreprotección sobre ellos y apenas les
permitían competir más allá de las fronteras del país.
De este modo, se mantenían aislados y encorsetados al
no poder medir sus fuerzas con los maestros más fuertes
del mundo.
Su dominio en el panorama soviético fue simplemente
arrasador, como atestiguan sus triunfos en el Campeonato
de Leningrado, en los que logró aventajar ampliamente a
sus rivales, que por otra parte eran la flor y nata del
país en ese momento. En 1933 ocurrió algo insólito,
las autoridades permitieron a Botvinnik realizar un
viaje a Checoslovaquia para que se enfrentase al campeón
checo Salomon Flohr. Era la primera vez que ocurría
algo similar y todos los ojos se posaron en la frágil
figura de la emergente figura soviética. Botvinnik
demostró la fuerza de carácter que iba a caracterizar
su carrera al sobreponerse a un mal inicio que le colocó
con un 4-2 en contra. Finalmente, a base de tenacidad,
logró equilibrar el resultado y pudo conseguir un
empate (6-6), lo que tranquilizó los ánimos en su país.
Esta experiencia sirvió para abrir la mente de las
cabezas pensantes del ajedrez soviético y, poco a poco,
los jugadores de la URSS empezaron a competir en el
extranjero. En 1936 se dio otro gran paso en este
sentido: se permitió a Botvinnik participar en un
torneo en occidente... la experiencia fue excelente, ya
que Botviinik logró el triunfo, empatado con
Capablanca, en el prestigioso torneo de Nottinghan.
En 1938 Botvinnik se enfrentó al reto más importante
de su corta carrera: el torneo AVRO. Se estipuló que
este torneo serviría para determinar el nombre del
aspirante al trono de campeón del mundo en el que
esperaba cómodamente sentado Alexander Alekhine. El
torneo se disputó en distintas ciudades holandesas,
todo un despropósito que buscaba promocionar el país,
pero que consiguió descentrar a los participantes con
tanto viaje y cambio de hotel. Se seleccionó a los que
eran considerados los 8 mejores jugadores del mundo, de
los que Botvinnik resultó la gran sorpresa, al
finalizar en 3ª posición tras Fine y Keres. Sin
embargo, Alekhine volvió a dar muestras de su doble
juego y de su miedo a enfrentarse a un rival
verdaderamente fuerte, declarando que no aceptaba lo
estipulado en el torneo, ya que tenía apalabrado un
match con un fuerte GM que cumplía sus requisitos económicos
(10.000 dólares, salvo en el caso de José Raúl
Capablanca al que Alekhine exigía 18.000 dólares)...
un gesto que en nada engrandece la figura de Alekhine.
Tras el éxito de sus jugadores en Holanda, la federación
soviética reclamó el derecho a retar a Alekhine. El
campeonato de la URSS de 1940 fue un fiasco para
Botvinnik, uno de los pocos de su carrera, al finalizar
en quinta posición. El ganador, Andor Lilienthal, debería
haber sido el aspirante al campeonato del mundo, pero
Botvinnik tenía mucha influencia dentro de la URSS y se
decidió organizar un segundo campeonato, entre los 6
primeros clasificados del campeonato de 1940, para
decidir de forma oficial cual sería el aspirante soviético.
En esta ocasión, Botvinnik estuvo a la altura y logró
vencer con solvencia: Ver
tabla.
Durante la II Guerra Mundial no fue movilizado, aunque
si trasladado a Pern donde trabajó como ingeniero
especialista en alta tensión. Con él se llevó su
cuaderno de ajedrez, del que tan orgulloso se sentía,
en el cual anotaba sus investigaciones sobre el juego o
cualquier tipo de idea que se le ocurriese. Por el día
trabajaba, pero al caer la noche se sentaba frente a un
tablero de ajedrez y analizaba partidas sin parar. Su
idea era mantener la forma en previsión de un posible
final de la guerra... planificador y metódico a pesar
de la delicada situación que se estaba viviendo. Tras
la guerra no conoció rival, la mayoría de jugadores
había abandonado el ajedrez durante la contienda,
teniendo que afrontar problemas más importantes, lo que
repercutió negativamente en sus carreras.
Las negociaciones con Alekhine llegaron a estar muy
avanzadas e incluso se fijó una fecha para el match en
el año 1946, pero la muerte de Alekhine en un hotel de
Estoril paralizó cualquier asunto relacionado con el
campeonato del mundo. Era la primera vez que un campeón
del mundo fallecía en posesión del título, por lo que
la FIDE tuvo que tomar una resolución, que no fue otra
que organizar un torneo entre 6 jugadores que dirimiría
el nombre del nuevo campeón del mundo. Los elegidos
fueron Botvinnik, Euwe, Smyslov, Keres, Reshevsky y
Fine, complicada decisión la que tuvo que tomar la
FIDE, desde la que se intentó conciliar intereses tan
distanciados. Finalmente los participantes fueron sólo
5, ya que Fine declinó participar por motivos
laborales. Botvinnik se había preparado exhaustivamente
durante los dos años anteriores y se mostró muy
superior a todos sus rivales, logrando un triunfo
incontestable (ver
tabla). El mundo del ajedrez acababa de
asistir, tal vez sin comprender su verdadero calado, al
comienzo del dominio soviético.
Una
voluntad de hierro
Botvinnik siempre fue un jugador metódico que
necesitaba tener cada aspecto bajo un férreo control. Su
estilo de juego era racional y controlado, sin excesos,
muy influenciado por las enseñanzas de Tarrasch.
Rechazaba de forma sistemática las partidas blitz y los
estudios artísticos, todo lo que se saliese de las
condiciones de ajedrez de competición era puesto en
cuarentena. Caracterizado por un espíritu de sacrificio
sin igual y por una gran capacidad de trabajo, Botvinnik
fue ante todo un luchador que sólo concebía un
resultado: el triunfo. Pero Botvinnik perseguía algo más
que los laureles de la victoria, intentaba demostrar, a
través de sus triunfos, que sus ideas eran las
correctas y que el resto del mundo estaba equivocado,
ideas que siempre defendió con fervor y de forma
inmovilista.
Tras llegar a la cúspide del ajedrez en 1948, tomó una
decisión sorprendente: abandonó el ajedrez por un
tiempo para centrarse en su trabajo de ingeniero electrónico,
estando 3 años sin competir. Si el ajedrez representó
una pasión para Botvinnik, la investigación no lo fue
menos. Sus trabajos se centraron, sobre todo, en la
inteligencia artificial, llegando a colaborar en el
desarrollo de las primeras computadoras de ajedrez soviéticas
(en 1979 también colaboró con IBM por el mismo
motivo). El gran proyecto de su vida, al que se dedicó
en cuerpo y alma, fue la construcción de un programa
que imitase el comportamiento de un ser humano en ramas
como el cálculo... toda una vida no sirvió para
abarcar tanto camino.
Botvinnik sólo regresó a la arena de los tableros de
ajedrez para defender su corona. Su rival fue David
Bronstein, al que llegaría a odiar tras el duelo. Se
enfrentaron dos formas antagónicas de entender la vida.
Bronstein, imaginativo e inquieto, todo un maestro de la
improvisación, chocaba de frente con la forma de
comportarse de Botvinnik, que pasó a repudiarle por su
'excéntrico' comportamiento durante las partidas. El
encuentro se mantuvo igualado en todo momento y finalizó
empatado (12-12, ver
tabla), por lo que Botvinnik retenía su
corona (ya que en las bases estaba estipulado que en
caso de empate el actual campeón sería el ganador). La
última partida estuvo rodeada de polémica. Si
Bronstein vencía sería campeón del mundo, pero se
especuló con que el KGB le había presionado para no
vencer y por ese motivo no hizo todo lo posible para
vencer... Bronstein siempre se mantuvo enigmático a
este respecto, pero parece que en alguna ocasión declaró
que no había recibido ninguna presión y que
simplemente la posición final no ofrecía esperanzas de
victoria.
Botvinnik mantuvo su filosofía y apenas participaba en
torneos. Para preparar los encuentros por el campeonato
del mundo solía disputar matches amistosos contra
jugadores soviéticos. En más de una decena de
ocasiones se enfrentó a su amigo Viacheslav Ragozin, al
que derrotó en todas ellas. En la siguiente lucha por
la corona mundial tuvo como contendiente a Vassily
Smyslov y el resultado, tras varias alternativas y mucha
lucha, volvió a ser de empate (ver
tabla), conservando por ello el cetro de
Rey del ajedrez. Smyslov se mostró perseverante y volvió
triunfar en el ciclo de Candidatos, volviendo a
enfrentarse a Botvinnik en 1957... y en esta ocasión el
gran patriarca del ajedrez soviético dobló sus
rodillas y sucumbió ante un Smyslov que se mostró muy
superior. Ver
tabla.
Según las leyes de la FIDE, si el campeón era
derrotado tenía derecho a un match de revancha. Y aquí
Botvinnik demostró la fuerza de su carácter y su fe
ilimitada en su trabajo casero. Se preparó a
conciencia, examinó detenidamente el juego de su rival
y encontró sus puntos débiles. Al año siguiente,
renaciendo de sus cenizas, logró recuperar su trono
gracias a un marcador de 12'5-10'5 (ver
tabla). Botivnnik estaba construyendo su
leyenda desde el trabajo y el sacrificio... cualidades
bien vistas por el régimen soviético, que adoptó la
figura de Botvinnik como el prototipo de ciudadano soviético.
Su fama dentro del país creció sin parar, si acudía
al teatro, rápidamente era acomodado en el palco de
honor de forma gratuita; muchos artistas y personas
influyentes querían conocerle y trabó amistad con
varios de ellos. Sin embargo, la ceguera de las
autoridades respecto al ideal del ciudadano soviético
resultaba evidente. La tradición rusa nos muestra un
constante florecimiento del arte, generación tras
generación aparecen genios de origen ruso en todas las
disciplinas, algo que se pretendió obviar y que el
ajedrez reivindicó con la aparición constante de
jugadores brillantes y talentosos... aparición que
Botvinnik sufrió en primera persona con espanto durante
la primavera de 1960.
El Universo Botvinnik se resquebrajó ante la aparición
de una luz centelleante en el horizonte, se trataba de
un joven talento llegado desde el Báltico que jugaba de
una forma insólita, desafiando todos los dogmas
establecidos a través de un juego repleto de riesgos
inaceptables. Mikhail Tahl convulsionó el mundo del
ajedrez tras barrer a Botvinnik en un match en el que se
mostró increíblemente superior (ver
tabla). Botvinnik había perdido su
corona por segunda vez, pero tenía la oportunidad de un
match de revancha y una vez más, a pesar de haber
cumplido los 50 años, volvió a demostrar su
inquebrantable fe y una increíble capacidad de
recuperación, y tras prepararse a fondo, logró
recuperar su corona al año siguiente, haciéndolo
de una forma contundente: 13-8 (ver
tabla). Botvinnik comentó la estrategia
que había seguido en este match años después, la cual
consistió en cerrar la posición en el centro
utilizando sus peones, restringiendo de esta forma la
movilidad de las piezas de Tahl que no logró desplegar
su juego habitual al sentirse atrapado.
Los años iban pasando y Botvinnik se mantenía en la
cima sin dar muestras de agotamiento. Otros jugadores
parecían desplegar un juego de más calidad que el de
Botvinnik, pero el patriarca se aferraba a los
encuentros de revancha y a su espíritu de lucha para
sobrevivir. El año 1963 supuso el principio de su fin.
Un nuevo match por el campeonato del mundo le enfrentó
a Tigran Petrosian, pero algo había cambiado, en esta
ocasión su rival era un virtuoso del ajedrez posicional,
por lo que cada partida se convirtió en una guerra de
trincheras en la que Botvinnik salió perdedor (ver
tabla). La FIDE había retirado el
derecho a un match de revancha, por lo que Botvinnik,
sabiendo que sus fuerzas ya no eran las mismas y se
encontraban al límite, renunció a participar en el
siguiente ciclo de candidatos, dando por cerrada su
lucha por el campeonato del mundo.
A partir de ese momento, Botvinnik se limitó a
participar en torneos de forma esporádica, aunque
manteniendo unos resultados excelentes. A pesar de
rondar los 60 años, consiguió el primer puesto en 5
torneos y sólo cedió ese honor en 3 de ellos. Su última
aparición tuvo lugar en Leiden (1970) y allí dio
claras muestras de que su tiempo había pasado: ocupó
el último lugar y su juego careció de su fuerza
habitual. Botvinnik supo identificar los síntomas y
decidió retirarse del ajedrez profesional. Resulta
curioso que sólo unos meses antes se había intentado
organizar un match entre Botvinnik y Bobby Fischer, pero
como casi siempre ocurría cuando el norteamericano
andaba por medio las negociaciones no llegaron a buen
puerto.
El palmarés de Botvinnik sólo puede calificarse como
deslumbrante. En casi todos los torneos en los que
participó obtuvo la victoria y, salvo el último de
ellos, siempre ocupó alguna de las posiciones de
honor (3 primeros clasificados). Pueden consultar su
escueta pero sorprendente trayectoria en el siguiente
enlace: Palmarés
de Botvinnik.
Tal vez no haya existido un jugador más metódico
y poco amante de la fantasía que Botvinnik, sin
embargo, su afán de trabajo y su personalidad de hierro
le hicieron un jugador competitivo hasta el extremo, que
peleaba en cada situación hasta el último segundo,
hasta el último soplo. Fue un gran estudioso del
ajedrez, profundizando en muchas aperturas, como la
Caro-Kann, la Defensa francesa, la Defensa holandesa o
la Defensa Nimzowitsch. Además, su carácter metódico
le llevó a cambiar
la preparación de los maestros de
ajedrez, haciendo hincapié en una buena preparación física
y la necesidad de llevar una buena alimentación, algo
inédito hasta ese momento (tal vez sea el secreto de su
sorprendente longevidad competitiva).
La voluntad férrea que mostró ante el tablero también
marcó su devenir en la vida. Desde su juventud tuvo
claras sus ideas y fue fiel a ellas hasta sus últimos días,
defendiéndolas con fervor por muchas grietas que
tuviesen, hasta la última consecuencia... esa forma de
ser, que le dio tan buenos resultados en el ajedrez, le
granjeó un buen número de enemistades. Él mismo
reconoció que tuvo malas relaciones con todo tipo de
jugadores, como Romanovsky, Levenfish, Petrosian,
Bronstein, Smyslov o Averbach. Sus opiniones nunca
huyeron de la polémica, cada vez que hacía una
declaración no dejaba indiferente a nadie. En el
siguiente enlace podéis conocer como era el Botvinnik más
incisivo: el
universo Botvinnik.
Su
última aportación al ajedrez fue la creación de una
Escuela de ajedrez, la cual llevó su nombre y se
convirtió en el centro de referencia para los jugadores
jóvenes de la URSS. Por la Escuela Botvinnik pasaron
Karpov, Kasparov, Ivanchuk, Kramnik o Shirov. Todos
ellos reconocieron la importancia de la escuela en su
progreso y los importantes conocimientos que el 'Gran
patriarca' les transmitió... aunque la mayoría también
coincidieron en la falta de libertad que allí imperaba,
donde todo estaba bajo un férreo control muy del estilo
de Botvinnik, el cual no fue soportado por varios de
ellos, como Shirov.
Dibujo
de Andrés Guadalupe (Ajedrez con humor)
Jugadores como Botvinnik pertenecen al pasado y difícilmente
volverán a existir, el mundo ha cambiado demasiado y
hoy en día otros aspectos son relevantes en la vida de
una persona, dificultando que exista otra personalidad
tan fuerte como la de Botvinnik. Sólo nos queda el
recuerdo de aquellos maestros, que en el caso de
Botvinnik estuvo marcado por una voluntad que le hacía
levantarse en situaciones donde otros eran incapaces de
hacerlo, lo que le convertía en un jugador al que no
convenía menospreciar en ningún momento.
No creo que exista ningún jugador que merezca menos
aparecer en una web dedicada al ajedrez táctico y a la
vez lo merezca tanto por todo lo que significó y la
personalidad que siempre mostró. Tal vez conocer la
figura de Botvinnik sea algo necesario para poder
apreciar las dificultades a las que se enfrentan los
jugadores que ven el ajedrez como una forma de arte y
comprender la verdadera importancia de figuras como las
de Tahl, Bronstein o los maestros de la época clásica.
Javier
Cordero Fernández
(3
Junio 2013) |